lunes, 26 de diciembre de 2011


Acostando a la Reina

 La levantó su hija Lulú de la silla que la traslada diariamente por los pasillos de la gran casa. Lulú le quitó el vestido marrón de arabescos con la dificultad de sus brazos porque ellos no aguantan ya su propio peso, a seguir, el sostén. Luego, el cuerpo encorvado de 84 años caminó lentamente hacia el inodoro del brazo de lula, quien la sentó sobre éste y esperó para levantarla de nuevo, ayudándola a alcanzar el lavamanos que estaba a medio metro de la poceta.

Se lavó la cara y cepilló los dientes, mientras se queja de la gripe que le ha dejado la nariz hecha aguas. Su hija la esperaba con la toalla lista para secar la cara y manos de Mayo antes de colocarle la bata para dormir. Caminaba con parsimonia ―a pesar de la ayuda de su cuidadora― hasta la cama; las gruesas y fuertes piernas, que un día de febrero del 45 ganaron el concurso de cumbia en la vieja Sabana Larga, la han abandonado para entregarse a la artritis.

Una vez sobre la cama debía alcanzar la cabecera arrastrándose de espada con ayuda de sus cuerudos brazos como palanca. Los remos temblaban sobre aquel mar pacífico y el pulso se le aceleraba, cual desafío mayor; descansó sobre su espalda y suspiró.

Las manos morenas de Lulú, arreglaron el cuerpo hacia el lado izquierdo, pusieron unas medias de lana en los pies y cubrieron la blanca y pecosa piel con dos cobertores de forma casi maternal; quizás, lula recordaba las noches de su niñez donde los papeles estaban invertidos. Besó su frente y dijo en voz baja: 
«Buenas noches, mi Reina».

jueves, 15 de diciembre de 2011

La esquinita
Cómoda esquina en la que he crecido,
Esquina que me ha mostrado sus mares, ríos y laderas,
Esa a la que me encuentro sujeta sin cadenas que me aten a ella,
La esquina de la cual quiero escapar,
¿Por qué querer escapar de ella si hasta placentera es? 
La respuesta es que: me he aburrido de la cálida esquinita.
Intentas e intentas pero no cambias; al menos para mí, sigues siendo la misma esquina.
Te has vuelto monótona, querida esquinita.
Tus mares, ríos y laderas, aunque cómodos,  ya no me parecen tan asombrosos.
Pero ten miedo esquina ya que he empezado mi plan para huir de tu seguridad.
Te dejare atrás y serás un vago recuerdo.
Iré así en busca de otra esquina, 
Hasta que sienta deseos de abandonarla de nuevo.